No se en que barrio vive Moyano y la verdad es que desde el punto de vista de su función es irrelevante. Políticamente lo importante es que, a diferencia de Pedraza o el Tío Tom Venegas, Moyano acumula poder mejorando la vida de sus representados, aumentando sus ingresos a través de paritarias a cara de perro, ampliando sus ventajas sociales incluyéndolos en su gremio y exigiendo su participación en las ganancias.
Por alguna extraña razón que seguramente tiene que ver con la idea cristiana del sacrificio explícito y la bondad como virtudes cardinales de los más humildes, así como aceptamos que los empresarios, los periodistas estrella, los burócratas de la iglesia, los gremialistas patronales o los participantes de Gran Hermano disfruten de todas las prerrogativas de la clase dirigente, excluimos a los líderes de los que menos tienen de esas ventajas. Quisiera aclarar que unos y otros administran, de alguna u otra manera, fondos públicos, por lo que no se trata entonces de que el empresario privado hace lo que quiere porque es su dinero mientras que los dirigentes sindicales o piqueteros abusan de la plata de la gente.
Moyano debe enfrentar pesos pesados como Clarín, la UIA, Carrefour, la Iglesia o La Nación solo con las armas del Padre Farinello y no morir en el intento. Mientras Clarín, la UIA, Carrefour, la Iglesia o La Nación pueden pagar sumas indecentes a quienes defienden sus intereses y poner a su disposición el lujo y el confort publicitado por los medios, parecería descabellado que un sindicato o una agrupación piquetera pudiera hacer lo mismo (¿Como se atreve Milagro Sala a veranear en la misma ciudad que Carlos Pedro Blaquier?).
A los sindicalistas no solo les está vedado el nivel de vida que la sociedad les reserva a todos los otros representantes de la clase dirigente (salvo los políticos que padecen un tabú similar) sino que además deben defender a sus representados solo con la buena voluntad de militantes desinteresados, pasantes ad honorem o amigos filantrópicos.
Deben tener la misma eficacia que al resto de los dirigentes con los que rivalizan cada día pero sin recursos para pagar buenos abogados, lobbystas, periodistas, comunicadores, asesores de imagen o camperas de Ralph Loren.