A partir de la charla con Gerardo Fernandez en su programa (audio Bosnio a partir del min 7:45) comenzó un debate público sobre el poder judicial en Argentina, en el que participó la presidenta y hace unas semanas dio cátedra el Tío Mario en Pagina12.
Nadie serio se atrevería a agregar nada a este debate. Por eso en la MAK nos comprometimos a intentarlo.
Hace muchos años, el Cardenal Lamberto nos explicaba, a Michael y a mi, con ayuda de una piedra tomada de una fuente, cómo Europa vivió rodeada de cristiandad pero la cristiandad no había logrado penetrar en ella. Mas allá de dilucidar si eso fue una crítica o un halago para Europa, podemos parafrasear al Cardenal y sostener que el poder judicial en Argentina ha vivido inmerso en democracia pero la democracia no ha penetrado en él.
Han penetrado el poder económico, el eclesiástico, los intereses de grupos minoritarios, incluso el cholulismo de cada época pero no el interés popular.
Pareciera que el poder judicial solo ha sido impermeable a la erosión democrática, esa ola permanente que va acomodando las instituciones según las preferencias u opiniones de las mayorías, del hombre común, muchas veces para bien.
En los medios, tan propensos a reflejar el interes de la plutocracia, las unicas observaciones sobre el poder judicial que se les escapa son las del tipo "el Oyarbide de Néstor". Cambian los nombres según la época pero es siempre el mismo sustrato, un cierto juez, o grupo de jueces, que beneficia recurrentemente a los políticos de turno, sospechados por esos mismos medios de crimenes espantosos, como el de quedarse con un vuelto cuando hacen la vista gorda sobre un nuevo saqueo de la clase del poder sobre la propiedad pública
Según esta narración, el poder judicial tiene un único desliz que es el impedir el encarcelamiento de los politicos de turno, particularmente de aquellos que gozan de éxito electoral. Lo que genera una doble instalación cultural: "todos los politicos deberían estar presos" pero los jueces los amparan y "ningún otro sector, que no esté actualmente en la cárcel, merecería estar preso" porque los jueces solo amparan políticos.
Han ayudado a instalar al juez vicioso como equivalente al juez que recibe un sobre o un llamado de la Rosada. No hay vicios de representación, de aislamiento ideológico, de atraso cultural. Sólo dolo.
Como sostuvo Alejandro Rossi en una conversación con Gerardo, la vision aristocratizante que tiene el poder judicial de sí mismo es mas preocupante que las presiones corporativas que reciben
El poder judicial no sólo recibe presiones de muchos mas sectores y mas poderosos que el sector político sino que los jueces entienden el poder que les confiere la sociedad en su constitución como un poder propio, adquirido, que no lleva otro compromiso que impartir justicia según su propia vision. En lugar de buscar representar a esa sociedad otorgante creen virtuoso tener opiniones impermeables a ella, no dejarse influir por ella.
Es el único poder constitucional que se jacta de no dialogar con sus representados, que no busca entender ni ser entendido por ellos, como una aristocracia realmente autárquica. En ese sentido más autárquica que la aristocracia nobiliaria, tan propensa a mostrarse popular para seguir siendo aristocratica.
Ya muchas voces se alzaron expresando estos puntos de vista y planteado diferentes modos de resolverlos o al menos de aliviarlos. Por lo general estas voces son de juristas reconocidos, abogados experimentados, prohombres de leyes.
Pero, como ocurre en la salud, corremos ciertos riesgos escuchando sólo a los Doctores, por más preparados que sean. Que exclusivamente los abogados hablen de las necesidades de los ciudadanos (¿qué otra cosa es el poder judicial, que una necesidad ciudadana?) es fruto de un mal endémico, la cooptación de la reflexión por parte de los expertos asistentes.
¿Tenemos un problema de representación popular en el poder judicial porque nuestros representantes allí no nos representan, y le damos el monopolio de pensar la solución justamente a nuestros representantes? Suena, al menos, crédulo.
En los grandes debates de hoy hay una voz que no se ha hecho escuchar. La voz del papa frita, del tipo común y corriente, la voz que puede formular la pregunta boba inicial, o la segunda pregunta, que es "¿Por qué un juez debería ser abogado?". Gerardo se la transmitió a Alejandro Rossi quien, cortésmente, prefirió no decir que era una imbecilidad para no lastimar al oyente que la había formulado (ver en el minuto7:00 del link).
Un juez es alguien que ejerce un poder constitucional, un poder que sobre todo requiere representar a sus conciudadanos porque es en representación de ellos que lo ejerce. Sin duda se valoran muchas otras cosas, su conocimiento de leyes, de filosofía, de psicología, etc... Pero lo principal es su habilidad para representar a sus representados. Sin ella, no será un representante sino un conquistador.
Nadie duda que para un diputado el conocimiento de leyes y de derecho es una ventaja. Asi como muchos otros conocimientos. Pero nadie pondría como condición para ser elegible que un ciudadano deba ser abogado. Incluso me animaria a vaticinar que, de hacerse una consulta popular, la condición elegida sería la inversa, una prohibicion para todo abogado de ser elegido para un cargo público. (Por suerte según Mariano Grondona, CFK no es abogada). Quizás seguidos por los economistas.
Volviendo a los diputados, cada diputado se rodea luego de asesores que lo asistiran con las disciplinas cuyos conocimientos considere necesarios, leyes, derecho, medioambiente, etc... Los conocimientos se adquieren por un sueldo, mientras la representación es como la confianza, es un atributo de quien la otorga y es escaso.
Debemos ser muy cuidadosos al imponer exigencias porque limitan la población potencial de donde provengan los candidatos y nos crean perfiles muy particulares. Con la precondición de ser abogado, se pueden mejorar los exámenes de ingreso, disminuir el peso de la influencias, de los padrinazgos, mejorar la competencia, la entrada de sangre fresca, pero siempre serán abogados. Mas diversos y mejores abogados, pero abogados al fin.
Un abogado en la Argentina de hoy y probablemente en la de los próximos años, es alguien que pertenece a la minoria social que accede a un título universitario, dentro de esa minoría es alguien que tiene una personalidad tal que le interesa ejercer el derecho, que tiene la paciencia y el talento de estudiar derecho y, finalmente, alguien que ha pasado por la moldeadora particular que es una facultad de derecho y ha sido aprobado por esa maquinaria.
Parece poco pero es un selección fenomenal que inevitablemente aleja al poder judicial de la ciudadanía que pretende representar. No imagino a Milagro Sala abogada, ni a Maradona, ni a Favaloro, ni a Florencia de la Vega, ni a Moyano, ni tantos otros que sí creo representan idearios que deberían estar en el poder judicial. ¿Por qué no podrian ser jueces y estar rodeados de abogados que les brinden el asesoramiento necesario para realizar su funcion?
Este gobierno ha logrado instalar un judío en el ministerio de Educación, ministerio que naturalmente debía ser consensuado con la Iglesia; ha instalado a una mujer en el ministerio de Defensa, que debía ser un hombre y cercano a las FFAA; ha instalado una mujer de conductora, además de presidente ¿Por qué no preguntarse si no llegó el día de romper con el cepo cultural de los abogados en la justicia?
Antiguamente el votante debía ser un propietario y existían serias razones que lo sustentaban, hoy olvidadas. Luego, debía ser varón, con fuertes razones también olvidadas. Luego, mayor de 18, requisito que pronto olvidaremos ¿No será tiempo de comenzar a olvidar las serias razones que limitan el acceso a la Señoría exclusivamente a los abogados?
Si no fuera que vamos por todo, podría ver como un buen intermedio conformar los juzgados con dos jueces, uno abogado y el otro con corazón, perdón, simple ciudadano. Como un control o equilibrio ciudadano. Que trabajen por consenso, como forma de garantizar que el juez acompaña a su sociedad. Pero como vamos por todo, haría que los abogados compitan con el resto para los cargos de juez y, si no, asesoren en leyes a quienes hayan sido elegidos.