Grupo de autoayuda para quienes padecen ciertas molestias ante
comentarios Anti-K, o incluso descubren alguna tolerancia al peronismo.

Próxima Gran Cena de la MAK el miércoles 6 de mayo de 2015



Preocupado por la mala performance del FPV en la CABA que podría hacernos perder el distrito, nuestro Maestro de Luz Elbosnio, el Sri Sri Ravi Shankar del kirchnerismo de salón, dio curso a la Secretaría de Guateques, Bautismos y Velorios (la ya legendaria SeGuBauVe, por sus siglas en inglés) liderada por Nagus el Magnífico para que organice la próxima Gran Cena de la MAK el miércoles 6 de mayo, en honor a San Demetrio, mártir cuya vida ejemplar lo iluminó en la suya.

El lugar es el habitual, el ya legendario Salón Dorado Horacito Rodríguez Larreta del Círculo Salvavidas, ubicado en Cabello 3958, barrio carenciado de Palermo, a las 20:00.

Pese a ser K respetamos las tradiciones: se pagará una entrada única de 60 australes, lo que dará opción a empanadas frozen (en el milagroso caso de que haya suficientes), vino de ferretería y gaseosa tibia a granel.

Quienes dispongan de recursos a pesar de la crisis que 678 persiste en negar podrán negociar directamente con el Círculo Salvavidas el plato Súper De Luxe Primera Especial, como milanesa, pechuga, ensalada y demás manjares.

Por razones de seguridad nos vemos en la obligación de mantener el santo y seña: "¡Qué desmejorado que está Elbosnio!". Berni lo exigirá a la entrada.

Foto: En la Universidad de Verano de la MAK, el General inicia a los nuevos reclutas en el arte de compartir el esférico.

Cortesía Fundación Led para el Desarrollo de la Fundación Led.
 

Así fue la Gran Cena de la MAK (Jozami)



Preocupado por el repunte de la imagen de CFK que sólo puede anunciar un nuevo tiro en el pie oficialista, nuestro Maestro de Luz Elbosnio, el Sri Sri Ravi Shankar del kirchnerismo de salón, dio curso a la Secretaría de Guateques, Fiestas Negras y Bar Mitzvás (la ya legendaria SeGuFiNeBarMi, por sus siglas en inglés) liderada por Nagus el Magnífico para que organizara una Gran Cena de la MAK el miércoles 1 de abril, en honor a San Walerico, abad cuya vida ejemplar lo iluminó en la suya.

Para intentar acortar un poco los eternos discursos de Contradicto, la Gerencia de Invitados Ilustres (la célebre GIL) decidió invitar a Eduardo Jozami, actual precandidato a diputado nacional.

Asombrosamente no sólo Jozami aceptó sino que además vino y luego que le explicáramos qué diablos es la MAK, incluso decidió quedarse.

Sentimos, eso sí, la ausencia de Graciana y Mariana Moyano, nuestras Hadas Madrinas, y de casi toda la Rama Femenina. Sin Mabel, Bibiloni ni Helenita, Maby y Las Pornógrafas llevaron el estandarte del mal llamado sexo débil frente a la mirada orgullosa del amigo Russian y Diegohc.

Luego de leer escrupulosamente el Orden del Día que estableció la imperiosa necesidad de contar con uno y definir de manera fehaciente el número de fin de ciclo kirchnerista de la semana (“Doy fe que es el Nº 12.677” anunció la doctora María Amelia, escribana de la MAK), dimos curso a nuestro invitado para iniciar la charla horizontal y participativa, como la MAK.

En relación a la actualidad, Jozami consideró que si bien las condiciones siguen siendo difíciles, el gobierno tiene el control de las variables económicas y no ocurrió el desbarajuste anunciado hace un año y medio. “No tenemos claro cual va a ser el candidato oficialista y no sabemos como va a seguir en 2016, esto es paradójico teniendo en cuenta el apoyo que existe”.

Para Jozami el balance de estos 12 años es de grandes transformaciones en políticas distributivas, pero con factores estructurales que no se superaron. “No son fáciles de superar”, aclaró antes que Contradicto le tirara con una botella (vacía) de El Justicialista y que el General fuera a buscar las armas largas al baúl del auto.

“Enfrente tenemos una oposición sin ideas, con un Binner desinflado, un alfonsinismo inexistente, Massa que pierde peso y un acuerdo UCR-PRO difícil de imaginar hace unos años. Esto me hace recordar a lo que Néstor decía: que la Argentina debía tener dos grandes partidos de centro derecha y centro izquierda”.

“El kirchnerismo tiene la mayor militancia de todos los partidos, algo de lo que carecía al principio, aunque tenemos dudas sobre la organicidad del movimiento. Es una gran diferencia con el PT, por ejemplo, que consolida liderazgos gracias a su gran organicidad. La columna vertebral del kirchnerismo sigue siendo el PJ, aunque hay PJ que no apoya al kirchnerismo y kirchenristas que no son PJ.”

Jozami forma parte de los kirchneristas que no se sienten del todo cómodos en un movimiento que “bancó a Menem en los ´90, a Néstor en el 2003 y a Scioli en el 2015”. El peronismo es, en el fondo, una manera de ejercer el poder (para bien o para mal)escribimos una vez.

Busqué con la mirada a Nagus para ver cual era su reacción ante ese comentario pero me di cuenta que seguía mirando el partido, en la sala principal del Círculo Salvavidas. Así nunca vamos a tomar el Palacio de Invierno. Un té de boldo, con toda la furia.

Ante la pregunta de un compañero sobre si debemos aceptar que el ciclo progresista terminó y prepararnos para un nuevo “péndulo”, Jozami contestó que si algo demostró el kirchnerismo es que se puede tener una política determinada no atada al comportamiento de la economía.

Nuestro Maestro de Luz Elbosnio, hasta ese momento sospechosamente silencioso preguntó a nuestro invitado “qué deberíamos rezar cada mañana para que ocurra” y le comentó que cuando D´Elía pasó por la MAK nos golpeó con el hacha con la que luego asesinó a Nisman por pensar que Scioli es el ganador puesto.

Como Aníbal, el Chivo Rossi, Taiana y Urribarri, Jozami considera que no hay que anticiparse: “Nadie puede decir lo que CFK va a decidir”.

Cuando el joven Camporita, invitado estelar de la cena anterior, le preguntó a nuestro invitado cual es su candidato preferido, la respuesta no nos sorprendió: Taiana y el Chivo.

Fue en ese momento que nos dimos cuenta que Jozami hablaba sin interrupciones, algo inédito para un invitado de la MAK. Efectivamente Dani, Interrumpidor Oficial de la MAK y Matías, su joven Padawan se ausentaron sin dar explicaciones. El amigo Tom Slick, Acotador Compulsivo de la MAK tuvo una tarea extra pero por suerte fue rápidamente ayudado por Alberto, nuestro Acotador Compulsivo Bis y un nuevo compañero cuyo nombre no trascendió pero sí su talento para interrumpir al invitado e incluso, hacia el final, para abrazarlo.

Ante la pregunta de una compañera (“¿Por qué hay tantas certezas sobre el trinunfo de Scioli?”) Jozami contestó que le encantaría tener las dudas de la compañera. “Scioli tiene una buena imagen desde hace años y todas las encuestas le dan muy bien”.

Frente a las críticas a Scioli, comenté que el kirchnerismo es ese espacio extraño que se lamenta ante la posibilidad de seguir gobernando luego de tres períodos presidenciales porque el candidato en cuestión carece de un alto grado de pureza químicamente kirchnerista.

Frente a otra pregunta sobre Massa opinó que sus votos fueron heterogéneos y oportunistas, a diferencia de los votos de Macri, un político coherente. “Por eso al macrismo no le podemos sacar votos, pero sí al massismo y a los radicales”.

Para el Inye, Massa está perdiendo el voto PRO de la provincia que en 2013 no tenía candidato. “En caso de balotaje PRO-FPV, los votos de Massa iría en un 70% al FPV y sólo el 30% a Macri”.

Para Jozami la Argentina es un país muy presidencialista, es difícil condicionar a un presidente. Es decir que si ganara Scioli más allá de que CFK tendrá mucho peso, su discrecionalidad será grande (adiós a la Teoría del Cerco Bis).

Contó los límites del Grupo de los 8 de conseguir el apoyo de intendentes, que al fin y al cabo dependen de los gobernadores y del presidente.

“En todo caso hay que ampliar la base, condicionar al futuro presidente requiere mayor representatividad. El kirchnerismo tiene poca representación en las organizaciones sindicales y universitarias.”

Ante la pregunta de una compañera sobre qué hacer con la Justicia (evitando, al menos en un primer momento, los fusilamientos sumarios) Jozami explicó que la idea de la Justicia como poder contramayoritario está muy instalada pero es algo que la Constitución no dice en ningún lado. “Pero tal vez haya que ir más gradualmente, el proyecto del FPV era inaceptable para los abogados”. Sobre los juicios por DDHH, opinó que el próximo paso es seguir con la complicidad civil, y ese paso será mucho más difícil para el poder político como vimos con Massot, Papel Prensa o Blaquier.

Fue en ese momento que, ante la presión descontrolada de sus fans, el Inye lanzó su ya legendaria Crónica de la Rosca Bonaerense

Nuestro Hombre en la Plata empezó recomendando un gran artículo de la amiga MEC (María Esperanza Casullo) sobre las mutaciones de Massa, publicado en uno de los portales de noticias más elogiados del momento.

“El massismo se degrada, preocupan los heridos de las listas y acuerdos de baja calidad como el que hizo con De Narváez.”

“Macri espera un milagro con Mariú Vidal y Julián Domínguez parece una buena apuesta del FPV. Por otro lado miden a CFK como candidata a diputada nacional y como gobernadora, y al parecer mide unos 40 puntos.”

Se trataría del Operativo Cagazo, complementado con el lanzamiento de la figura de Máximo, gentilmente apuntalada por Clarín y el regalo que le hicieron con la vaporosa denuncia de las cuentas en el exterior.

“Massa compra armados que después se le desarman. No hubo los garrochazos anunciados pero además se empiezan a valorar los 12 años de kirchnerismo. Hasta los carteles de Scioli se kirchnerizan, eliminando el naranja de los carteles y poniendo Scioli para la Victoria.”

Luego que Camporita preguntara por qué la clase media porteña es tan antiperonista o antikirchnerista, Jozami contestó que el miedo de las clases medias en 1955 era muy parecido, miedo a la irrupción de las clases bajas. Citó a Martínez Estrada: “No podemos aguantar la soberbia de esta gente que te viene a arreglar algo a tu casa y te cobra como si fueran profesionales.” (Recordé al parquetista y al plomero y no pude más que apoyar la justa indignación de Martínez Estrada).

Para Jozami, el discurso honestista es también como el de la oposición antiperonista de 1955, no tiene propuestas, sólo indignaciones.

“El fracaso del progresismo en la CABA nos ha hecho mucho daño ya que ahí apareció Macri. Macri no es un bobo, es un error tomarlo como tal. Interpreta a sectores de la clase media en su rechazo a la política. El FPV debería tener en cuenta ciertos valores de la clase media, sin bajar sus banderas. No hay que tachar la CABA.”

Para el amigo Niqueco, los candidatos del FPV en la CABA hablan más de lo nacional que de la CABA (crítica que, luego de la anoréxica elección del FPV en las PASO, volvió a surgir entre los kirchneristas)

Para Jozami hay que trabajar a nivel de las comunas, ese es el el tajo en el teflon macrista.


Foto: a la salida del Círculo Salvavidas, nuestro Maestro de Luz acompaña a Jozami, mientras las capas makistas de ambos son llevadas en andas por sus enfervorizados partidarios. A la izquierda de nuestro Maestro de Luz (tocado con su solideo cardelanicio makista), se ve a Nagus (que sigue mirando el partido en su tablet). Detrás, de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo los miles de comensales que no tuvimos tiempo de censar.

A mí no me busquen. En pleno fin de ciclo si ya no hay plata ni para bizcochitos, menos hay para un fotógrafo. Tuve que tomar la foto con la vieja Rolleiflex que me ragaló mi abuelo. Así nos va.













 

Soberbia moral, insignificancia política.



Columna publicada en Nueva Ciudad.

“Democracia representativa no es democracia.

Democracia es democracia directa,

con mecanismos de revocatoria de mandatos,

toda esta cosa que planteamos nosotros.”


Luis Zamora / diciembre del 2001




El 12 de agosto del 2003, la Cámara de Diputados, luego de un largo debate, aprobó la ley por la que se declaró “insanablemente nulas” las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, un viejo reclamo de la izquierda presentado por Patricia Walsh y apoyado por el entonces presidente Néstor Kirchner.

El por entonces diputado Luis Zamora criticó la hipocresía de la UCR y el PJ (quienes habían sancionado y apoyado las leyes en discusión y hoy proponían anularlas), se vanaglorió de su “constante lucha contra la impunidad de la Dictadura”, previó que la anulación daría “más impunidad a los represores” y anunció que no “acompañarían” la iniciativa. Un plural abusivo teniendo en cuenta que, para ese entonces, el bloque de dos legisladores de Autodeterminación y Libertad ya se había separado en dos monobloques (separación que tal vez cada legislador hubiera continuado de no habérselo impedido la biología).

Zamora terminó votando en contra de las leyes de impunidad que siempre había denunciado junto al diputado Ricardo Bussi, hijo del conocido terrorista de Estado.

Ese fue el bautismo de fuego del zamorismo, doctrina cuya insignificancia política es sólo comparable a su incansable soberbia moral, aquella que también se reflejó en la renuncia tanto a su dieta parlamentaria como a la jubilación especial que le correspondía como ex diputado. Ese ingreso le hubiera permitido una dedicación exclusiva a la política pero también hubiese terminado con el ejemplo virtuoso del líder que corretea libros para sobrevivir.

En Chile, luego de las revueltas estudiantiles del año 2011, una nueva camada de jóvenes de izquierda entró al Congreso con una agenda que apuntaba a una mayor equidad, con el eje puesto en la reforma educativa y la reforma constitucional.

Apenas instalados en sus bancas, llevaron adelante un proyecto de reducción de la dieta parlamentaria además de toda una serie de críticas hacia los gastos parlamentarios, como el uso de la clase business en los vuelos a partir de determinada cantidad de horas (una precaución elemental cuando se viaja por trabajo).

En lugar de exigir más recursos -mejores ingresos, mayor estructura, más y mejores asesores- para llevar adelante las enormes reformas que apoyaban, esos diputados prefirieron dedicarle tiempo a ilustrar su propia virtud personal, alejada de la supuesta hipocresía del sistema.

Luego de descubrir con asombro que Néstor Kirchner no era Camilo Cienfuegos, Libres del Sur se distanció del kirchnerismo, al que hasta ese momento había apoyado. Además de otras críticas, los disidentes denunciaron una “alianza con los carapintadas”, en referencia a un acuerdo electoral con Aldo Rico, hoy olvidado (tanto el acuerdo como Aldo Rico).

Siguiendo el clásico péndulo opositor entre Heidi y Frank Underwood -es decir, entre absolutos morales y alianzas desenfrenadamente electorales- Humberto Tumini y Viki Donda, luego de criticar al gobierno por apostar más al aparato del PJ que a ex brigadistas del café, armó acuerdos con Sanz, Cobos, Pino Solanas, Prat Gay, la Mentalista Carrió e incluso se entusiasmó con la candidatura de Hermes Binner, un socialista tenue, partidario de la mano invisible del mercado.

Luego de la implosión del multimarca UNEN frente a las inclemencias de la realidad y la atracción irrefrenable que varios de sus referentes sintieron hacia el PRO, Tumini y Donda parecen dedicarle más energía a justificar la pureza cristalina de sus liderazgos frente a la inesperada traición de sus ex socios que a intentar salvar a su movimiento de la irrelevancia virtuosa.

El narcisismo de cierta izquierda químicamente pura demuestra que no hay un camino más rápido hacia la insignificancia política que la soberbia moral.

Foto: un entusiasta de la soberbia moral disfruta de las mieles de la insignificancia política (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación  LED).
 

El periodismo de púlpito





Columna publicada en Nueva Ciudad.

"Joe: Usted es Norma Desmond. Salía en las películas mudas. Era usted grande. Norma: Soy grande. Son las películas las que se han hecho pequeñas".
Sunset Boulevard, Billy Wilder (1950)

Como le sucede al personaje de Gloria Swanson, muchas de nuestras antiguas estrellas de los medios viven su propio presente con una gran frustración. Sienten que siguen siendo grandes pero que nadie lo nota. Y sueñan con volver a su época de oro.

Esa época de oro fue el menemismo. El periodismo, o al menos un cierto modo de ejercerlo, se consolidó durante ese período. El periodista dejó de ser un profesional que investiga o simplemente analiza la realidad para intentar hacerla comprensible a sus lectores, y se transformó en la extraña reserva moral de la ciudadanía. Su tarea no consistió más en analizar iniciativas del gobierno, por ejemplo, o hacer comprensibles políticas económicas y proyectos de ley, sino en calibrar la honestidad de nuestros gobernantes con una estricta vara moral y, sobre todo, educarnos al respecto.

Por eso ya no nos sorprende que las sospechas sobre corrupción de funcionarios ocupen una parte significativa de los programas que dicen ser políticos. De la misma forma que analizar la pista de Anillaco o las sospechosas valijas de Amira Yoma era más relevante que analizar la privatización de YPF o el abandono del sistema ferroviario, por ejemplo.
Tampoco nos asombra algo realmente insólito: que los periodistas se indignen. Hay algo de profeta bíblico en muchas de las diatribas que leemos cada día, de lucha entre el Bien y el Mal mezclada con lugares comunes de cola de verdulería.

Hace unos años, Lanata dijo sobre el gobierno kirchnerista: "hace una confusión de roles que, en algún punto, es muy perversa. Te deja en un lugar raro, donde tenés que estar explicando si sos, no sos, si fuiste, si vas a ser, cuando en realidad ellos no son nada de lo que dicen que son. Pero te dejan culpable a vos".

Lo más notable es la denuncia sobre que el gobierno no sería “lo que dice ser”. Una preocupación compartida por gran parte de los medios, como si lo que un gobierno opina de sí mismo tuviera una trascendencia especial o incluso mayor a la de sus propias iniciativas políticas y las consecuencias de estas.

Bajo esa mirada moralista un gobernante mediocre que confesara serlo sería más preciado que uno bueno que se vanagloriara exageradamente de ser excelente.

De esa mezcla de profeta bíblico y señora gorda surgen momentos desconcertantes, como la entrevista a un ex integrante de CQC, una de las grandes avanzadas del periodismo de púlpito, en la que afirma que sólo “le cree al 10% de los políticos”. Una opinión perezosa que, sin embargo, un diario considera importante publicar, transformándola en “información”.

En esa visión de adolescente tardío, el único poder “que transa” (para retomar una expresión del ex notero) es el político. El resto de los factores de poder, incluyendo a los empresarios de medios que los contratan, no parecen desilusionar a nuestros severos profetas del Bien.

Otro ejemplo para recordar es el del periodista Alfredo Leuco, quien consideró imperioso escribirle una carta abierta al Papa para explicarle que está mal recibir a CFK en visita oficial ya que el mismo Papa habría dicho que no recibiría a políticos argentinos antes de las próximas elecciones. Se trata de un texto penoso, escrito con falsa modestia y repleto de sospechas y denuncias vaporosas, que tiene más que ver con un berrinche que con una columna periodística.

En otro artículo, sobre las internas del PRO entre Michetti y Rodriguez Larreta, el periodista Pablo Sirvén criticóel dedazo” de Macri a favor del actual Jefe de Gabinete, ya que eso no sería acorde con la nueva política pregonada por el partido macrista. La política, según los candorosos estándares de Sirvén, sería algo ajeno a cualquier otra práctica humana, sin presiones, luchas de poder o conflictos de interés. Una interna partidaria como un diálogo fructífero entre Heidi y Mi pequeño Pony.

Así, la conjunción entre moralismo, pereza y voluntad de educar al lector en lugar de informarlo ha ido transformando a nuestras viejas glorias en profetas indignados.

Foto: periodista serio alertando a sus conciudadanos sobre las atrocidades de la política y otras calamidades de época (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED).
 

Elogio de la demagogia






Columna publicada en Nueva Ciudad.

Yo tengo un sueño…

Martin Luther King (discurso del 28 de agosto de 1963)

Cada vez que algún visitante ilustre (escritor de libros de autoayuda, modelo o cantante pop) pasa por Buenos Aires y declara que esta es “la ciudad más hermosa de la tierra” no solemos tomar esa generosa impresión como una verdad estadística sino, más bien, como la elemental cortesía de un invitado.

Cuando escuchamos “Yo te amo”, por ejemplo, no nos detenemos a pensar si de verdad el rojo carmesí de los labios en cuestión tiene el color del rubí, si era razonable que el autor se sintiera desangrar al no poder conversar o si la pasión le mordía de verdad el corazón.

Lo mismo ocurre cuando eludimos una temida invitación a cenar invocando una enfermedad imaginaria: no pensamos que lo correcto sería confesarle al dueño de casa que su conversación nos adormece tanto como su cocina nos impide dormir, consideramos -con razón- que la mentira social nos protege del tedio de la cena sin agraviar inútilmente a quién propuso prepararla.

Preferimos eso al estricto respeto a la verdad de un calvinista que nos anunciase, por ejemplo, que el pastel de carne que preparamos durante toda la tarde es vomitivo, que nuestro hijo es francamente limitado o que estamos más gordos que el año pasado.

Ocurre que la cortesía -como las licencias poéticas o la mentira social- son atentados a la verdad que aceptamos de buen grado porque, en el fondo, mejoran nuestra vida, aún sabiendo que muchas veces somos nosotros quienes recibimos falsos elogios o excusas imaginarias.

Por alguna extraña razón, esa prerrogativa que reconocemos como algo útil es justamente la que solemos prohibirle a nuestros gobernantes.

Nuestros políticos, a diferencia de nuestros visitantes ilustres, nuestros artistas o nuestros conocidos con poco talento culinario, están condenados a emitir enunciados de una verdad quirúrgica desprovista de cualquier artificio.

En ese sentido, la demagogia sería una especie de mal absoluto que nos aleja de esa necesaria certeza. Es más, dentro de esa exigencia calvinista incluso la retórica debería ser sospechosa, por ser un artificio que turbia la verdad. Es algo que viene de lejos: para Aristóteles, el demagogo era quien adulaba al pueblo para, al fin y al cabo, tiranizarlo.

Pero si tomamos la precaución de eliminar la tiranía como forma de gobierno tal como hemos hecho en los últimos treinta años, ¿cuál sería el riesgo de aceptar esa adulación?

Una de las críticas a los políticos demagógicos es que proponen proyectos irrealizables, como si la frontera entre lo posible y lo imposible fuera un muro de piedra inamovible: alguna vez el sufragio universal fue un proyecto irrealizable, como lo fue también la jornada de 8 horas, la AUH y hoy lo es el “salario ciudadano”.

La función de nuestros gobernantes no es sólo la de gestionar –aunque solemos votarlos en función de los resultados de su gestión- sino también la de desplazar ese muro de piedra inamovible. Y justamente para eso sirve la demagogia, para adular nuestros propios sueños. El primer paso para concretarlos.

El famoso sueño de Martin Luther King puede ser calificado de irrealizable e incluso de demagógico. En todo caso no fue un proyecto claro, específico, sino algo en el fondo bastante más valioso: una dirección.

La ley 1420 de Educación Común estableció también una dirección, un derecho nuevo, no la realidad quirúrgica de los recursos necesarios.

La demagogia es otro de los tantos homenajes que el vicio rinde a la virtud, como escribió La Rochefoucauld sobre la hipocresía. Quien detesta la demagogia tiene, en el fondo, un problema con la política. Al menos con la política de mayorías.



Foto: Nuestro Maestro de Luz Elbosnio intenta vender su famoso Manual a un joven ciudadano desprevenido usando argumentos demagógicos y otros artificios retóricos (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED).
 

Cancelación Cena MAK Especial Elecciones Porteñas (15 de abril 2015)



















Cancelación de la cena: un acuerdo tácito estipula que los invitados de 678 deben pasar antes por la MAK. Por razones de fuerza mayor relacionadas con el frenesí de las elecciones esta vez ha sido al revés: Gaby Cerruti pasará antes por 678 el 15 de abril, dejándonos sin invitada y obligándonos a cancelar el ágape. 

 

Ser kirchnerista



Columna publicada en Nueva Ciudad.

Ser Kirchnerista en la CABA es ante todo un ejercicio de humildad y sufrimiento.

Es defender al Maligno.

Ser kirchnerista es que mis amigos me miren con preocupación y me pregunten si sigo siéndolo. Es que mi tía Chola me acuse en los almuerzos familiares con un “ustedes” que me incluye y por supuesto la excluye, de todo tipo de calamidades, como querer acabar con el diálogo en la mesa, el respeto a los mayores y un sinfín de otros valores notables que no sabía que mi tía Chola defendiera, pero sobre todo que ignoraba que mi familia tuviera.

Ser kirchnerista es ver cómo mis cumpleaños se van despoblando. Es constatar cómo mis opiniones políticas pasan a ser lo único que me define. Mis conocidos ya no me descalifican por mi ignorancia futbolera o mis gustos musicales: mi condición de kirchnerista concentra todas las críticas, como una especie de ánodo de sacrificio.

Ser kirchnerista, también, es ser nazi, estalinista, polpotiano, menemista, montonero, chorro y estafador, pero sobre todo es ser intolerante por pretender negarlo.

Ser kirchnerista es estar permanentemente al borde del abismo, a merced de un nuevo tiro en el pie oficialista que, “esta vez sí”, va a terminar con el gobierno.

Ser kirchnerista es tener que hacerme cargo de lo que opinó tal artista más o menos oficialista o simplemente cualquier otro kirchnerista.

Ser kirchnerista es ser ultraK, a diferencia de quienes apoyan a Macri, Binner o Cobos, que nunca son ultra nada.

Ser kirchnerista es indignarse porque el gobierno no para de cometer esos errores que podría evitar si “nos escuchara a nosotros”.

Ser kirchnerista es mirar con asombro como nuestra derecha, históricamente proclive a los golpes de Estado, las emergencias discrecionales y las cirugías mayores sin anestesia (preferentemente sobre miembros ajenos), se ha transformado en la severa defensora de la letra chica del más nimio de los reglamentos.

Ser kirchnerista es ver a nuestras viejas glorias caer de sus pedestales transformados en señoras gordas indignadas.

Ser kirchnerista es minimizar ciertos peligros con la excusa de que son imaginarios, como la inminente apertura de las cajas de seguridad, el decomiso de pasaportes, la prohibición del salmón o la Invasión de Polonia.

Ser kirchnerista es escuchar cada semana el anuncio de un nuevo fin de ciclo kirchnerista.

Ser kirchnerista es una decisión política mientras que ser antikirchnerista es sentido común.

Ser kirchnerista es ver como mis amigos que denunciaban “la politiquería del Congreso” durante el menemismo hoy se indignan porque CFK no esperó el dictamen no vinculante de alguna comisión parlamentaria.

Ser kirchnerista además implica no preocuparse por ser constantemente el peor país o, más exactamente, por no ser el país que no somos. No fuimos Irlanda hasta que no serlo fue una ventaja; no fuimos Grecia hasta que Grecia tampoco quiso ser Grecia; no fuimos Brasil hasta que Brasil se estancó y ahora, al parecer, no somos Perú.

Ser kirchnerista es aplaudir iniciativas como el matrimonio gay aun sabiendo que con este viento de cola cualquiera lo hubiera hecho votar, incluso De la Rúa.

Ser kirchnerista es negar que todo lo bueno era inevitable y todo lo malo, intencional.

Ser kirchnerista es ver como Néstor pasó de energúmeno violento a entusiasta del diálogo apenas tomó la precaución de ya no estar.

Ser kirchnerista es ver con asombro cómo el diario La Nación se preocupa por el respeto a los DDHH de nuestros nuevos socios comerciales.

Ser kirchnerista es ver cómo el apocalipsis inminente aunque esquivo de ayer es reemplazado por un nuevo apocalipsis igualmente inminente y siempre esquivo.

Ser kirchnerista es asombrarme porque CFK tiene menos legitimidad que Mujica por ser más rica pero no tiene más legitimidad que Macri por ser más pobre.

Ser kirchnerista es considerar que tal vez no logremos tener los servicios públicos de Finlandia con la presión fiscal de Burundi.

Ser kirchnerista, al fin, es padecer ciertas molestias ante comentarios antiK pero, sobre todo, es descubrir con asombro alguna tolerancia al peronismo.



Foto: una pareja de kirchneristas confesos huye de una horda de ciudadanos indignados por la falta de diálogo y la ausencia de consenso (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED).