A 45 días de su creación para deleite de los comensales MAK y a varios giros de 180 grados del humor imperante, este post parece de otra era. Pero me comprometí a escribirlo, por una estricta cuestión de justicia.
El Gral. Susvin me increpó a la salida de aquella cena argumentando que no es justo que él pague 50 mangos, coma las empanadas y además tenga que escuchar todo este disparate entero mientras Mabel solo lee la reseña del Rinconete cómodamente sentada en su casa, comiendo ñoquis y tarta de manzana con su hijo. Para reforzar su argumento, nos amenazó con mudarse a Tucumán y lanzar la MAK Federal.
Así que este post es una forma de subsanar esa injusticia. Están todos comprometidos a leerlo o, en su defecto, a depositarnos 50$ en la cuenta de la MAK y comer doble ración de empanadas frozen en la próxima cena.
Hace un mes, percibíamos una preocupación entre los simpatizantes K por el rumbo que llevaba el país y en especial por las formas de este rumbo. Los controles de precios, de dólares, de importaciones, los blanqueos propuestos, etc.
"No habría otra forma de hacer lo mismo?" parecía la pregunta que nos formulábamos en voz baja. Pregunta que con solo ser formulada muestra una inconformidad con los resultados y deja la sensación de que quien la formula considera que la hay.
Un país es como un avión que vuela hacia un cierto destino, que podemos simplificar llamándolo desarrollo.
En este último vuelo el piloto, o los pilotos, han decido, contrariamente a nuestras costumbres, a subir a muchos mas pasajeros de aquellos pasajeros que deseaban viajar y que habitualmente eran dejado en tierra.
Esta decisión original (de origen), tan virtuosa, lleva implícitas una larga lista de consecuencias indeseables. No podemos valorar la decisión virtuosa y después considerar viciosa cada una de estas consecuencias o podemos, pero es como invitar a la chica a cenar a un restaurante caro y estar lamentando la cuenta que nos llega o sufrir toda la velada tratando de imaginar una forma de ordenar para que nos cueste como en Pippo.
Cuando en un avión sube mas gente, el despegue es mucho mas incierto, aumentan los riesgos y la estabilidad empeora. La vibración en vuelo será mayor, aquellas cosas que padecen desgaste se desgastaran mas y aumentaran su probabilidad de rotura. Nada es mejor en un vuelo inclusivo, mas allá del hecho iniciático de la inclusión. Viajan MAS pero quienes viajan, viajan PEOR. A menos que uno valore la inclusión en si misma como calidad de viaje.
Un gobierno que estimula/permite fuertes aumentos salariales en términos reales, empeora el vuelo.
Un gobierno que decide incorporar a 2,5 millones de viejos a los derechos jubilatorios y pagarles una jubilación mínima que hoy es de 2300$, empeora el vuelo. Además, innecesariamente, porque esos viejos no solo no cobraban sino que no reclamaban por ese derecho, tan convencidos estaban de no merecer subir al avión del Anses.
Un gobierno que crea la AUH, por la que entrega 450$ por mes a mas de 3.3 millones de chicos, empeora le vuelo.
Un gobierno que decide subsidiar los transportes y la energía a millones de conciudadanos, lo que sin duda mejora su poder adquisitivo, empeora el vuelo.
Un gobierno que aumenta las jubilaciones mínimas, las asignaciones familiares, dos veces por año y mas rápido que la inflación empeora el vuelo.
Un gobierno que decide desendeudarse empeora el vuelo.
Un gobierno que decide llevar a tribunales casos que involucran a sus poderosos, como Blaquier, Noble, y tantos mas, empeora el vuelo.
Un gobierno que decide gastar dinero y esfuerzo político en aumentar el empleo, mas allá del punto de equilibrio al que lo llevaría naturalmente el mercado, empeora el vuelo.
Los empleos creados "a la fuerza" son por lo general menos rentables, menos eficientes, crean menos valor que los primeros empleos. Emplear a los últimos empleables empeoran las condiciones de vuelo.
Cada persona incluida afecta el vuelo más que la anterior. Porque hay una selección natural por la cual el mercado deshecha a quienes son menos útiles, menos capaces, menos capacitados, menos aptos para agregar valor al proceso productivo. Es como si el mercado dejara a los mas pesados en tierra. Al decidir llevar a todos, no solo el piloto incorpora a millones al vuelo, incorpora los millones mas difíciles de incorporar. "Y así nos va" diría Nagus que dice Rinconete.
El actual es un piloto conservador en sus decisiones, sigue respetando la primera clase y la clase turista, solo que permitió la aparición de la sub-turista, un cambalache de personas que nunca viajó en avión. Muchos y desordenados. Respeta la primera, pero cada vez mejora el confort de la turista, lejos de la primera pero cada vez menos. Tampoco tira al equipaje al mar, lo que sin duda facilitaría el vuelo, apenas le impone ciertas limitaciones.
Con todas estas acciones, nadie puede esperar que el vuelo sea tranquilo, que el despegue sea sin riesgo, sin preocupaciones genuinas y de las otras, que no existan ajustes permanentes, que el ingeniero de a bordo no se la pase corriendo de un lugar a otro, inventando parches, ajustando por todos lados. Nadie puede esperar que el plan de vuelo no se modifique, que no se suspendan algunas escalas de esparcimiento, que no desaparezcan productos del freeshop de a bordo, que no se limite el equipaje de mano.
Nunca el avión despegó con tantos y con tanto peso. Todo es nuevo, incierto.
La solución obvia para mejorar las condiciones es obvia para todos. Aunque nunca se exprese claramente, todos sabemos que con un cielo claro y vientos benignos, como los que nos tocan hoy, basta con bajar algunos pocos millones y volaremos como dios manda. Y en caso de alguna sorpresiva tormenta, un cambio de viento o simplemente ante el temor de que los haya, siempre podríamos bajar algún millón mas. Lo que se llama "desembarco preventivo".
Un gran problema a resolver en la táctica del desembarco preventivo (DePre por sus siglas en ingles) es ponerse de acuerdo sobre qué millón bajar primero. En especial cuando un piloto ha instalado el sueño colectivo que el avión
puede volar con todos adentro y una pilota ha instalado la idea que el avión
debe volar con todos adentro, esta discusión sobre cual millón bajar se vuelve algo conflictiva. Un soñador y una jacobina pueden complicar una industria rentable y estable como la de aeronavegación. Como cuando IATA comenzó a imponer medidas de seguridad en los aviones. "Quien los llamó" decían varios accionistas.
Otro problema no menor es escoger a quien le encomendamos la tarea de bajar a los "escogidos". Siendo que uno de los mas grandes bajadores de nuestra historia acaba de morir en una cárcel común y olvidado por los pasajeros de primera a las ordenes de quienes trabajaba, es probable que la cantidad de candidatos para la tarea haya mermado. La mala prensa afecta la predisposición hacia ciertas tareas. Los sectores que buscan la solución DePre tienen que preparar el terreno si quieren que un príncipe político venga a su rescate.
La forma de revertir estos vicios consiste en exagerar los riesgos del despegue, con tanta carga humana, estimular la preocupación y el pánico ante cada ruidito, alarmar al pasaje con cada cambio de altura, ante cada arreglo o corrida del comandante de abordo. Esto lleva a que los pasajeros que se saben parte de los "estables" comiencen a pensar en la expulsión como una medida razonable, la única razonable, incluso urgente. "O bajan unos pocos o nos caemos todos" comenzamos a susurrarnos, quienes nos sentimos seguros de no ser de esos pocos.
Y por supuesto comienzan las campañas científicas por establecer quienes son los "candidatos naturales" a ser expulsados.
Una sofisticada teoría de la gravedad nos explica que mientras bajar centenas de pesadas valijas no ayudaría en nada al sustento del avión, un par de pibes de 40 Kg que se bajen lo mejoraría enormemente. "Así se hace en las líneas serias" nos afirman.
"Los últimos en llegar deberían ser los primeros en bajar, como es natural según la técnica del First In First Out o FIFO (según sus siglas en ingles y con alguna extraña analogía en castellano)" nos dicen jóvenes profesionales bien pagos provenientes de universidades aún mejor pagas. Por si esta lógica fuera poco, los que recién suben no conocen las normas de seguridad, no conocen el comportamiento habitual en un avión, generan movimientos innecesarios, desorden, caos, inestabilidad. Estos argumentos no pueden sobrevalorarse.
"El equipaje de primera clase tiene mas valor por kilo que el de tercera. Una regla aritmética, dejando la politiquería fuera, indicaría que es razonable tirar primero las pertenencias de la tercera clase". Y, porqué no, podría ser junto a los de tercera clase, para no separar a una persona de sus pertenencias de toda la vida.
"El avión no baja en las escalas que pedimos. Eso afecta nuestro derecho a transitar. Estamos secuestrados" denuncia un pasajero impedido de aterrizar en una escala intermedia por escasez de gasoil.
"Los recién incorporados no tienen asientos, están tirados en los pasillos, lo que afecta la seguridad. Los pasillos son salidas de emergencia" nos dice un ingeniero mostrándonos un manual de IATA.
"Es lógico que los paracaídas sean para los viajeros habituales, que ya estaban contados y para quienes se planeo así. Es un derecho adquirido" nos dice un conocido abogado.
"Cambiemos al piloto por razones humanitarias" reclama Heidi al denunciar que los recién embarcados no viajan con las comodidades de los de primera clase. Afirmación que aplauden todos los anteriores. "Que bajen hasta que les armemos un lugar en primera" gritan los de primera.
Las protestas son lógicas y esperables. En especial de quienes no valoran la decisión inicial de dejar a menos en tierra.
Pero lo sorprendente es que quienes apoyan la decisión inicial de subir a todos esperen un vuelo tranquilo. Eso es realismo mágico en su versión política. Una especie de contracara de aquellos que en los 90's creían poder bajar a millones sin tener que recurrir a la represión masiva o aquellos que esperaban poder promulgar leyes de flexibilización laboral sin la coexistencia de fuertísimas coimas. En política muchas grandes decisiones llevan grandes efectos colaterales negativos. Son intrínsecos. Rechazar estos solo nos acerca a quienes rechazan aquellos.
El anhelo radical de primero levantar vuelo con las clases acomodadas, en despegue tranquilo, y recién después ir incorporando gente de tierra, lo que se enuncia como crecer y luego repartir, suele llevar a postergar indefinidamente la incorporación de pasajeros. El piloto sin decisión para incorporar pasajeros antes de despegar, no generará la decisión para hacerlo una vez en vuelo. Al someterse a las condiciones de su primera clase siempre será presionado para bajar mas y mas pasajeros y este bingo al revés, donde el premio es un paracaídas y la obligación de usarlo, es un arte difícil de mantener en vuelo, lo que frecuentemente termina con el vuelo pero por la puerta de la indignidad. Estrellar un avión injusto es como forzarse a tener sueños mediocres y aún así no llevarlos a cabo.
Decidir incluir no es una decisión carente de riesgos. Se asumen riesgos enormes, se crean conflictos enormes. Si los conflictos no pueden resolverse, el vuelo puede fracasar. Si los riesgos asumidos son demasiados, el vuelo puede fracasar. Y un fracaso es un final aún peor que un mal vuelo. De aquí la importancia de la capacidad política del piloto para juzgar riesgos y para resolver los conflictos que aparezcan.
Un piloto mediocre buscará siempre correrse hacia la exclusión, buscando garantizarse un vuelo seguro. Ante la critica de no incluir a mas, siempre puede argumentar que fue para proteger al resto.
Un piloto arrojado, se correrá hacia la inclusión, sin esperar tener la certeza de lograr mantener el avión en vuelo. Aunque sabe que si despega dirán que los vientos le fueron favorables y si no despega que era un demente suicida.
Pero a mayor desafío que asume un piloto, mayores serán las exigencias, mas alta la vara con la que se lo mida. Si Nalbandian hubiese seguido en el torneo municipal de Unquillo, Córdoba, nadie lo putearía por un mal juego. Los aplausos estarían asegurados, no había malos juegos. Cuando un presidente se obliga a jugar en una liga que define como "Si hay un pobre es que no tuvimos éxito", se garantiza crear demandas que nunca va a satisfacer, pero que son demandas virtuosas, que empujan hacia donde considera que debemos ir. Prefiere asumir el riesgo de perder en Wimbledon que asegurarse ganar en Córdoba. O como mejor ejemplificaba Tommy Barban el otro día, si Rinconete hubiese seguido en Aristócratas del Saber, hoy causaría alguna gracia entre sus lectores.
La decisión de cuanto riesgo es posible es puramente política. No hay formulas mágicas, ni planes de vuelo que den una lista de cuantos pasajeros subir y cuantos dejar, ni cuales. Acertar es un arte y el resultado depende del talento de quien lleva a cabo el vuelo pero también de su juicio sobre las condiciones imperantes, presentes y futuras, tanto de la realidad fáctica como del sustento electoral que vaya a disponer.
Bajo estas condiciones económicas o, para hacer el ejercicio mas equitativo, con el mismo apoyo popular del que gozan los K (sin preguntarnos como lo habría logrado) probablemente De La Rúa se habría animado a mas cosas de las que se animo. Pero se habría animado a tanto? Nunca lo sabremos. Aunque pocos argentinos intentarían averiguarlo.
No siempre quien promete incluir a mas goza de mas apoyo. Nada es tan fácil en política. CFK no aceptó el 85% móvil para todos los jubilados y muchos jubilados apreciaron la decisión. Porque el objetivo es que el avión se sustente. No hay formulas, pero hay quienes gozan de mas prestigio que otros en el arte de hacer volar aviones inclusivos.
Muchos argentinos consideran que CFK asume demasiados riesgos, que el avión terminará estrellado a causa de su decisión de incluir a mas, mejorar sus condiciones de vuelo y de las consecuencias de estas decisiones en el animo de los pasajeros de primera.
Son pocos los que consideran que debería asumir mas. Podríamos sostener que estamos llevando la experiencia mas "inclusiva" en términos de esta analogía, que la sociedad aceptaría.
(*) En la foto vemos la nave escuela Nestor Carlos Kirchner, fabricada por el INVAP con la plata de los jubilados. La Campora la utiliza para ejemplificar el modelo inclusivo y sus alternativas. Quien habla de restricciones de espacio o de peso, es invitado a bajar de la nave y así mejorarlas.