En la cena MAK, Nagus el magnifico lanzó, una vez mas, el debate sobre la frase "El Fin No Justifica Los Medios".
Esta especie de mandato-refrán, tantas veces mal interpretado, actúa como un disciplinador político o un atenuante universal.
Como regalo, este mandato-refrán tiene un valor adicional: la postura de cada uno frente a él permitiría predecir su posición frente al peronismo.
La frase "El Fin No Justifica Los Medios" tiene 3 posibles acepciones que listamos a continuación. Cada uno es libre de interpretarla a su antojo aunque es frecuente ver como la misma persona utiliza distintas acepciones según se trate de un fin valorado o no.
La primer interpretación y la que se busca instalar como la objetiva seria: "Un fin deseado no justifica ningún medio objetable".
Lo que podríamos reescribir en clave de analogía como: "No pises mis flores, nunca!".
Quien suscriba a esta acepción del mandato, si ve que un bebe se esta por caer de un balcón y el camino mas rápido para rescatarlo es a través del rosal de la vecina, no lo debería tomar. Pisar los rosales de la vecina es un medio objetable y, como tal, ningún fin lo justificaría. Podríamos (deberíamos?) buscar un camino alternativo, consensuado, de dialogo, para lograr tan loable fin. También rezar para que el pibe demore algunos minutos mas en su caída.
Una segunda interpretación es la que a uno le endilgan apenas se atreve a objetar o matizar la primera: "Un fin deseado justifica cualquier medio, por mas objetable que sea".
En nuestra analogía jardinera significaría: "Los rosales no me importan un corno".
Guiados por esta interpretación, si viéramos que se cae un autito matchbox de un balcón y el camino mas corto es a través de los rosales de la vecina y de la propia vecina, no deberíamos titubear en pisarla.
Solo es concebible esta vision para quien goza de llevar a la practica medios objetables.
Por ultimo, la versión que juzgo no solo la correcta sino que creo es la que todos en nuestra intimidad utilizamos: "El fin deseable puede justificar un medio objetable, pero no siempre lo hace".
En la analogía: "Pisame las flores pero después rendime cuentas".
Bajo esta visión del mandato, la aprobación o rechazo de la acción debe analizarse en conjunto. Qué se buscó hacer, qué daños causó y que otras y mejores opciones existían. Por supuesto, la aprobación o rechazo será materia opinable, dependerá de la ponderación que haga cada uno sobre el valor de los daños, de los logros y de las alternativas.
Esta "opinabilidad” sobre una acción objetable es lo que produce rechazo. Nos gusta creer que nuestras defensas a ciertas acciones se basan en valores morales, naturales, hechos inobjetables y no en simple interes u opinion. Nos evita el peso de la responsabilidad y la necesidad de la argumentación.
Para nuestra desgracia, esta visión del mandato-refran nos lleva a concluir que todo es aceptable, pero nada es forzosamente aceptado. Entre uno y otro, actua nuestra opinión y solo nuestra opinión.
Esta interpretación es un verdadero grano en el tujes. Es un problema para el ciudadano que debe juzgar una acción, no limitarse a verificar si cumplió o no la norma.
Pero es tambien una enorme complicación para el político. Ya no le basta moverse dentro de los limites que le impone el código de etiqueta sino que se le exige ir mas allá y sin siquiera regalarle zona liberada, sin poder olvidarse del código. El código esta presente, pero no es infranqueable.
Un político queda así en una zona de enorme incertidumbre, con juicio abierto sobre sus acciones presentes, juicio que dependerá de la opinión que se haga una ciudadanía cambiante sobre sus logros y los daños ocasionados.
“Bienvenido al mundo real” podríamos decirle a nuestro político abrumado por la incertidumbre. Pero como no entender que un político sin mucho carácter prefiera una realidad extremadamente normalizada? (No haríamos lo mismo, Quintus?)
Como se demuestra en infinidad de casos, la vida de los políticos es mas exigente ante una ciudadanía con juicios políticos que ante una con juicios morales.
Quien interprete la frase de marras como un limite infranqueable, seguramente considerará al peronismo como una maquina inmoral imposible de votar.
El ya famoso "No le creo nada" es una conclusión natural de esta visión. Como sospecho que pisotean una norma, no les valoro nada de lo que hagan. "No importa lo mucho que hagan para los muchos que sean, no los valoro".
En cambio para el peronismo, y creo que es una característica que lo define, la regla ha sido siempre la contraria. Las normas actúan como una fuerte recomendación, como una sugerencia del tipo "preferiríamos que se haga sin transgredirlas", pero no como un mandamiento celestial. El limite de la norma no le sirve a un político peronista para excusarse de no haber entregado resultados políticos. Siempre debera rendir cuentas.
El único mandamiento del Peronismo, que es una exigencia intrínseca a la tercer interpretación que damos al dilema “No Me Pises Las Flores, Nene”, es el de volver a rendir cuentas ante la ciudadanía, una y otra vez. Los peronistas transgreden las normas pero nunca se niegan a rendir cuentas al ciudadano. Ese "examen" es su gran freno, su desestímulo a transgredir de mas o irresponsablemente.
No me sorprende mas que muchos de los que consideran las normas como limites celestiales, luego se niegan a defender lo hecho ante la ciudadanía. Quizás sospechan que considerar las normas como un mandamiento de Dios solo ayuda a quienes han escrito las normas en su propia defensa.
Quienes dicen entender el mandato como una prohibicion a transgredir una norma de transito, aparecen luego en la foto con genocidas o criminales seriales. Pero esa falta de consistencia no deberia afectar el debate de la posicion por ellos sostenida.
Las ideas pueden ser mejores que las personas que las sostienen, o mucho peores.
(*) En la foto lo vemos al General Susvín explicandole la teoría a su Tía, a quien velaremos en Cocheria Paraná hoy a las 20 horas. Se ruega no enviar Flores.