Grupo de autoayuda para quienes padecen ciertas molestias ante
comentarios Anti-K, o incluso descubren alguna tolerancia al peronismo.

El ejército y la defensa de nuestro estilo de vida

Luego de descubrir la terrible verdad etílica oculta detrás de la Asignación Universal por Hijo, el senador Sanz continúa su incansable lucha a favor de los más vulnerables. Junto a los educadores Rodriguez Saá, Hilda Duhalde y Pepe Pampurro, apoya el proyecto de Servicio Cívico Voluntario, una nueva política de Estado dirigida a aquellos jóvenes, calificados vaporosamente como en situación de riesgo, que al no poder asistir al Cardenal Newman o al Liceo Francés aprenderán manualidades en algún galpón desafectado de Campo de Mayo.

Esa es la idea creativa del proyecto que, acorde con el sueño duhaldista de unificar Defensa Nacional y Seguridad Interior, propone utilizar las dependencias ociosas del ejército y su personal idem para alentar a aquellos jóvenes a que terminen el ciclo educativo básico, capacitarlos en oficios, promover talleres culturales, artísticos y recreativos y fomentar la cohesión social.

Consultado, el jefe del ejército contestó luego de citar las respectivas leyes de Defensa Nacional y Seguridad Interior, que los recursos, instalaciones y medios de la fuerza están diseñados y organizados para cumplir con las exigencias de la Defensa Nacional y no resultan aptos para ser empleados con el fin de colaborar con el sistema educativo nacional.

Por suerte para esos jóvenes, una vez más el ejército ha salido en defensa de nuestro estilo de vida.

Fuente: Nota de Horacio Verbitsky en Página 12
 

Milagros Sala y la ética del clientelismo

Toty Flores, el agradecido Tío Tom de la Coalición Cívica, a la vez que rechaza los planes sociales para piqueteros, apoya la eliminación de las retenciones a la soja, ya que considera que los negrobola se transforman en esclavos del gobierno que los beneficia, mientras que un tipo educado como Biolcati sabe recibir ayudas públicas sin sentir ninguna obligación al respecto.

El valiente senador Hood Robin Morales, que denuncia piqueteros y defiende a la Sociedad Rural, abomina del clientelismo por considerarlo un sistema perverso para ganar votos. Teme incluso que el gobierno planee perpetuarse en el poder con la ayuda de los movimientos sociales a los cuales, como descubrió la mentalista Carrió, le entrega armas para tal fin (el gobierno, no el valiente senador Morales).

El éxito que obtuvo la lista de la CTA opositora al gobierno en Jujuy gracias al apoyo de Milagros Sala, debería tranquilizarlos: los negrobola han aprendido, como la Sociedad Rural, Clarin o Techint, a recibir prebendas sin ofrecer contrapartidas.

Eliminado este terrible escollo moral, es esperable que la práctica del clientelismo se transforme en una política de Estado, de esas que la oposición exige cada mañana.
 

El monopolio, la etimología y Borges K

De un artículo de Edgardo Mocca publicado en el Boletín Oficial 12:

¨(...) Algunos entusiastas de la etimología recusan el uso de la palabra monopolio porque, sostienen, monopolio significa uno solo. Entonces, para que haya monopolio no debe haber ningún otro proveedor de la mercancía en cuestión. Con esa definición no habría monopolios en el mundo, ni se justificarían las leyes antitrust que rigen en muchos países. La etimología, decía Borges, sirve para saber lo que las palabras ya no significan.¨

El concepto de entusiastas de la etimología debería ser patentado.
 

Santiago, mi tía Chola y el léxico cloacal

Entre las muchas calamidades generadas por el kirchnerismo sobresale la de haber transformado a varios referentes intelectuales, de esos que antes nos sorprendían con puntos de vista que la mayoría no percibía, en señoras gordas atemorizadas.

Santiago Kovadloff escribe en un artículo publicado en La Nación: ¨(...) donde el lenguaje se corrompe, algo más que el lenguaje se corrompe. El basural en que se lo convierte contamina indefectiblemente el pensamiento. (...) El deterioro de las instituciones y la indigencia del lenguaje no son equivalentes, pero se complementan.¨

Es un argumento un poco abstracto y al menos opinable. En el caso de la Argentina, la gran catástrofe política y social que representó la dictadura, en donde el deterioro de las instituciones fue total, no se caracterizó por un lenguaje corrupto. Videla no tenía un léxico cloacal, para retomar una imagen del propio artículo y Martinez de Hoz no trataba a sus rivales con términos soeces. Los adversarios políticos no eran difamados. Sólo se los liquidaba, con el invalorable apoyo del diario en el que escribe Kovadloff.

Luego de citar a George Steiner y lamentar un mal al parecer universal, Kovadloff sintetiza la cruda realidad local: La violencia verbal es monopolio del oficialismo. Los discursos desaforados de Biolcati, Carrió o Mendez, plagados de amenazas, insultos y descalificación (que a mi no me quitan el sueño ya que diferencio la violencia teatralizada de la violencia real, pero que deberían preocupar a Kovadloff) no parecen estar a la altura de los del Jefe de Gabinete, CFK o los de algún oficialista como Hebe de Bonafini.

¨(...) no es casual que en el país coexistan las peores embestidas contra la libertad de expresión y la siembra de inmundicia verbal con la que se trata de embadurnar a sus voceros.¨

El talento básico de este tipo de ejercicio reside en ir de lo general, con alguna base erudita, hacia lo particular, que suele traicionar un costado más militante, y en acumular en una misma frase vapores de diferente intensidad. Sensaciones con hechos y miedos con acusaciones. No hace falta definir cuales son esas terribles embestidas contra la libertad de expresión para que, por ejemplo, mi tía Chola y su peluquera entiendan el mensaje. Hebe de Bonafini, Moreno o las anibaladas cumplen el mismo rol. Generan una empatía inmediata entre quienes, junto a Chiquita Legrand viven en el país del miedo, sin necesidad de argumentar algo.
El ejercicio es parecido a los que lleva adelante un escritor insignificante como Aguinis, pero a diferencia de Kovadloff, él siempre lo fue. Son escritos amistosos, sin ninguna exigencia, que se olvidan sin necesidad de leerlos.

El final del artículo, escalofriante, le podría curar el hipo a Freddy Krueger:

¨(...) Así, a la inseguridad conocida se suma una nueva. Transitar por las calles, las avenidas y las rutas es, desde hace mucho, un riesgo radicalizado. Frecuentar libremente la senda de las palabras empieza a serlo también. Dos formas del delito se complementan en la Argentina para multiplicar una misma desolación.¨

Creo que hasta la peluquera de mi tía Chola encontraría eso de que ¨frecuentar libremente la senda de las palabras¨ sea un ¨riesgo generalizado¨, un poco exagerado.
 

Las buenas señales y el mercado global

Alfonsín, el candidato del grupo A más autónomo de las corporaciones, defendió la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas pero luego matizó sus propias declaraciones con viejos argumentos relacionados con la globalización y las buenas señales:

"podría desalentar inversiones en el país en el marco de la globalización" pues los empresarios se fijan al decidir las inversiones en la región en"que país les conviene según lo que pagan de ganancias, que condiciones laborales existen"

Más allá de que sea comprensible que un candidato tenga que surfear entre sus propios apoyos, es extraña esta idea de que las empresas invierten en función de lo que pagan de ganancias. En ese caso, Sierra Leona debería recibir un flujo de inversiones que al menos hasta hoy los habitantes de Freetown no percibieron. También es raro que se supedite el cumplimiento de un artículo constitucional al desaliento que generaría en algo tan vaporoso como la ¨globalización¨.

No pienso que por estar en la Constitución algo se deba cumplir, ya que eso va a depender de cuales son las prioridades para asignar los recursos siempre limitados del Estado, pero estoy seguro de que en el top ten de mi lista de prioridades no figura alentar inversiones en base a limitar derechos (además, si eso funcionara, De la Rúa estaría terminando su segundo mandato después de un período de Inés Pertiné presidenta).