Grupo de autoayuda para quienes padecen ciertas molestias ante
comentarios Anti-K, o incluso descubren alguna tolerancia al peronismo.

Próxima Gran Cena de la MAK el miércoles 1 de junio de 2016


Entusiasmado con el blanqueo de fondos fugados por los funcionarios del gobierno que servirían para pagarles a nuestros abuelos, nuestro Maestro de Luz Elbosnio, el Sri Sri Ravi Shankar del kirchnerismo de salón, dio curso a la Secretaría de Guateques, Casamientos y Velorios (la ya legendaria SeGuCaVel, por sus siglas en inglés) liderada por Nagus el Magnífico para que organice la próxima Gran Cena de la MAK el miércoles 1 de junio, en honor a San Caprasio de Lérins, santo solitario cuya vida ejemplar lo iluminó en la suya.

La Gerencia de Invitados Ilustres (la célebre GIL por sus siglas en inglés) convenció con prebendas y clientelismo al amigo Ari Lijalad para que venga a presentar "Macri lo hizo" junto a Graciana Peñafort y Tommy Barban
También recibiremos a Emmanuel Agis, ex viceministro de Economía.

Conmovidos por los persistentes llamados del secretario Miguel "Tu tu tu" Braun seguimos con el mismo precio del menú Antonia, consistente en empanadas más o menos frías, vino de ferretería y gaseosa tibia. Todo eso por sólo $80, apenas una centésima parte de la factura de gas.

El lugar es el habitual, el ya legendario Salón Dorado Horacito Rodríguez Larreta del Círculo Salvavidas, ubicado en Cabello 3958, barrio carenciado de Palermo, a las 20:00.

Quien no sea tentado por la falta de sinceramiento de las empanadas frozen podrá negociar directamente con el Círculo Salvavidas el plato Súper De Luxe Primera Especial, como milanesa, pechuga, ensalada y demás manjares.

Por razones de seguridad nos vemos en la obligación, hoy más que nunca, de mantener el santo y seña: "¡Qué desmejorado que está Elbosnio!". la ministra Bullrich disfrazada de Rambo lo exigirá en la entrada.


Foto: en el Laboratorio Néstor Carlos Kirchner, el General (a la izquierda de la imagen) prepara algunas bombas molotov para llevar a la Plaza (Cortesía Fundación Led para el Desarrollo de la Fundación Led).
 

Falacias conservadoras III: el subsidio malo y el buen subsidio



Columna publicada en Nueva Ciudad.



Durante un almuerzo organizado por el gremio de Gastronómicos en conmemoración del Día del Trabajador, Dante Camaño, titular de la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de Capital Federal (UThGRA), recibió con entusiasmo al presidente Macri y explicó que "somos un gremio de trabajo, no queremos ni subsidios ni que el Estado intervenga. De éste sólo quiero seguridad, justicia, salud y educación, y que no se meta en la economía, porque los particulares trabajamos y a los salarios los negociamos con los dueños”.

Es una extraña declaración de principios. Teniendo en cuenta que en cualquier democracia occidental (no sólo en Corea del Norte) el Estado interviene de una u otra forma en la parte del león del PBI, no hay forma de evitar que "se meta en la economía". La única discusión válida es cómo lo hace y, sobre todo, a quién favorece. Por otro lado, eliminar subsidios no sólo afecta la estructura de costos de los restaurantes que, justamente, dan trabajo a los afiliados del gremio que dirige Camaño, sino que atenta contra el bolsillo de sus clientes. Sin mencionar que al pedir que el Estado no intervenga en las negociaciones salariales, este peculiar líder sindical parece acordar con el economista José Luis Espert cuando exige eliminar las paritarias que considera “fascistas” y dejar que los empleadores negocien “libremente” con los empleados.

No es el único líder popular que acuerda con un pensamiento reaccionario. Hace algunos años, Toty Flores, dirigente social y Tío Tom de la Coalición Cívica, también explicaba estar en contra de los “planes sociales” ya que “destruyen la cultura del trabajo”. Coherente con esa misma línea, junto al actual ministro de Hacienda Prat Gay, afirmaba estar a favor de eliminar las retenciones a las exportaciones agrícolas y compensar esa merma de ingresos fiscales con “deuda legítima” (según la candorosa expresión de su líder, la Mentalista Carrió). Esos recursos adicionales favorecerían, según lo que expresaba, a las economías regionales e incluso a los trabajadores del agro (“con más recursos, los empresarios podrían comprar tractores con aire acondicionado, por ejemplo”, explicó). Lo que parece asomar detrás de las ideas defendidas tanto por Camaño como por Flores es que no sólo los subsidios del Estado corrompen sino que el sector privado administraría mejor los recursos públicos que el propio sector público. Es decir que empresas de las que no somos accionistas y cuyos objetivos ni siquiera vislumbramos gestionarían mejor nuestros recursos que los gobernantes que designamos en elecciones periódicas y controlamos a través de todo tipo de contrapoderes. Un extraño paradigma sobre todo viniendo de un líder sindical y un ex diputado.

La idea que los subsidios corrompen y, sobre todo, destruyen la famosa cultura del trabajo es una vieja letanía reaccionaria. Si esa perogrullada fuera cierta, Europa ya habría colapsado con varias generaciones de vagos, luego de décadas de subsidios de todo tipo: a la educación (primaria, secundaria y terciaria), a la salud, al transporte, al pan, a la ópera, al cine o, mucho más grave, al desempleo. ¿Qué podría alentar más la vagancia que pagar a un ejército de desempleados por no hacer nada? Sin embargo, asombrosamente, esas capas geológicas de subsidios, planes y empleo público desaforado no sólo no alentaron la vagancia ni se fueron por ninguna canaleta sino que generaron una riqueza y una equidad nunca antes vistas.

Pero lo más asombroso es que la misma clase social que denuncia los siniestros efectos del gasto público y la intervención del Estado en las clases más pobres, la acepta como algo natural cuando la recibe en su propio beneficio. Los accionistas de un banco cuyo pasivo fue nacionalizado no piensan que se han transformado en esclavos del Estado. Probablemente los integrantes de la familia Rocca no sientan que las décadas de subsidios y generoso proteccionismo estatal hacia Techint los hayan convertido en planeros desprovistos de la menor cultura del trabajo.

Lo que esta falacia conservadora intenta explicarnos es que los subsidios estatales, al parecer, corrompen sólo a quienes los necesitan.

Foto: alegres comensales del Jockey Club disfrutan de uno de los grandes subsidios a los ricos argentinos, la ausencia de impuesto a la herencia (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED).
 

Falacias conservadoras II: hoy no reparto, mañana sí


Columna publicada en Nueva Ciudad.

En una columna reciente, el economista José Luis Espert denunció la pobreza crónica del país y su“esclavitud impositiva”, un concepto asombroso aún para los estándares generosos del pensamiento reaccionario local. También lamentó que la Argentina se haya ido a pique en los últimos 100 años, dejando de ser la potencia que fue.

No hay nada nuevo en esta última aseveración, es una falacia clásica, como lo escribimos en esta misma columna, sobre todo porque considera que la Argentina empezó su decadencia con el sufragio universal y las leyes laborales. Es decir, apenas empezó a ampliar los derechos de las mayorías e intentó repartir un poco mejor la torta. Simplificando mucho podríamos decir que los 50 años de inestabilidad política que van de Uriburu a Alfonsín se deben al conflicto generado por ese intento.

En sintonía con esta falacia, uno de los más obstinados lugares comunes reaccionarios explica que para repartir, antes hay que crecer. La realidad lo desmiente: los países que lograron llevar la pobreza a los índices más bajos son aquellos que aplicaron durante décadas la “esclavitud impositiva”y un gasto público desenfrenado, esos instrumentos que tanto indignan a Espert. Son países que no esperaron a ser “más ricos” para repartir la riqueza de manera más equitativa. Y eso fue, entre otros factores, lo que les permitió llegar a serlo.

Francia implementó las vacaciones pagas en 1936, en plena crisis posterior al crack de 1929, con altos índices de desempleo y enorme conflictividad política. Ese sistema “no sustentable”, como lo calificó en aquel momento la furiosa derecha francesa, generó el turismo de masas, uno de los pilares de la economía francesa del que hoy nadie propone prescindir.

El Estado de Bienestar europeo no se implementó en naciones ricas sino en países devastados por la II Guerra Mundial. Fue una generosa máquina de fabricar clase media que no se detuvo en analizar el tamaño de la torta sino que se abocó a repartirla y, de esa forma, consiguió aumentarla.

Desde el 1974, año en el que se implementó su medición por el INDEC, el índice Gini (que mide la distribución del ingreso en una sociedad), empeoró en la Argentina de manera sostenida hasta el 2000. Durante casi tres décadas el país se hizo más injusto, a la par que aumentó la pobreza y el desempleo. Esto cambió recién con la implementación de políticas populistas, esas que no son sustentables y generan pobreza según nuestros economistas serios. A partir del 2003 el país creció pero sobre todo, se redujo la pobreza y el desempleo y mejoró dicho índice, aunque sin lograr llegar al nivel de 1974.

En el mencionado artículo, Espert denuncia que hoy se pagan sueldos demasiado altos. Hace 70 años los economistas serios denunciaban que el aguinaldo era impagable. Para el pensamiento reaccionario, la ampliación de derechos nunca es sustentable.

Lo que nos demuestran los países que lograron combatir con éxito la pobreza es que el reparto de la riqueza es un objetivo virtuoso que no depende de su tamaño, porque ocurre que la equidad es uno de los caminos más eficaces para generar desarrollo.

Creer, por el contrario, que la concentración de riqueza, la disminución de subsidios y la reducción de salarios pueden disminuir la pobreza es pensar que el hambre se soluciona con ayunos. Es otra idea zombie, como las llama el economista Paul Krugman, “una propuesta que ha sido refutada a fondo por el análisis y las pruebas, y debería estar muerta, pero no se queda muerta, ya que sirve a un propósito político”.

Foto: damas caritativas saliendo de una gala de beneficencia para conseguir "esas cosas inmundas que comen los pobres" (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED).